Antonio Galdames nos dejó, pero su huella es imborrable:
Hoy compartimos con nuestros fieles lectores la inspiradora historia de un sanfelipeño muy querido en el Valle de Aconcagua, don Antonio Alfonso Galdames Chacón, quien falleciera hace algunas semanas, tras 75 años en este mundo luchando por sus ideales y proyectos comerciales en la zona.
Para conocer más sobre la vida e historia de don Antonio, la mañana de este miércoles visitamos la casa de habitación de sus dos hijas Paola y Patricia, quienes relataron a Diario El Trabajo cómo es que llegaron a existir las renombradas panaderías Maipú en San Felipe, y La Luchita, en San Rafael.
INQUEBRANTABLE
Paola Andrea Galdames Vargas inicia recordando lo que ella supo cuando era niña: «Todo lo que papá logró para él y para nosotros, su familia, lo obtuvo con mucho esfuerzo. Mi papá fue una persona de mucho esfuerzo, humilde, nunca tuvo gran preparación académica, pero sí fue un hombre muy inteligente y muy visionario de lo que podía pasar más allá, o sea, lo relacionado a los negocios. Él empezó vendiendo pan que su madre, nuestra abuela Luisa ‘Luchita’ Díaz, hacía en un horno de barro; él salía a pie o en bicicleta por todos los callejones de Curimón y San Rafael, a veces los autos pasaban y lo mojaban todo, le mojaban el pan al pasar por los charcos, papá nunca se desanimaba, incluso cuando se quemó la panadería de la abuela, todo se quemó, quedaron sin nada. Vendieron unos pollos que tenían para comprar pasaje y viajar camino a Santiago a trabajar en las fondas los dos, en poco tiempo reunieron dinero y regresaron, volvieron a fabricar su horno y así continuaron, ninguna adversidad lo detuvo», comenta Paola.
ERA UN VISIONARIO
También hablamos con Patricia Galdames Vargas, su hermana: «A mi hermana Paola, que era guagua, una tía nuestra la metió en un cajón de tomates y así ella podía atender a los clientes, ellos eran garzones en esos días, mientras tanto nuestra madre también vendía ropa en las poblaciones, todos aportaban a la casa; mi mamá vendía ropa y cosas así porque así estaban ganando dinero para poder seguir construyendo la panadería, y en eso ya empiezan a surgir, empiezan a hacer un horno de barro, un horno más grande que era donde se hacía el pan amasado, era solamente pan amasado, él aprendió este oficio gracias a mamá y abuela Luchita», relata Patricia.
Según nos relataron estas hermanas, su padre con el tiempo logró comprar varios negocios en San Felipe, entre ellos la Panadería Maipú (donde era El Gato Blanco) que está en Avenida Maipú 20, Panadería Chile, y así sostuvieron también funcionando Panadería Luchita en San Rafael, y así lograron llegar a ser una familia estable económicamente hablando.
«Mi papá siempre nos contaba a su familia que él agradecía a don Pedro Jorquera, porque en aquellos años le enseñó a fabricar todo tipo de pan, ya que mi papá sólo amasado sabía hacer, ambos fueron muy amigos y socios de trabajo», indicó Paola.
Muchas anécdotas quisiéramos publicar en esta reseña sobre don Antonio y su honorable familia, sin embargo el espacio nos es limitado, es por ello que nos unimos al sentimiento de pérdida y dolor de sus hijos y nietos, esperando que muchos sean los éxitos por cosechar para cada uno de ellos. ¡Descanse en Paz don Antonio Galdames!
Roberto González Short