Los años previos
por Jerson Mariano Arias
Para quienes no participábamos en células, partidos o movimientos, la campaña del candidato Allende fue una más. El ambiente social no mostró grandes alteraciones: coincidían en una mesa los partidarios de Alessandri, Tomic y los allendistas. La violencia no se manifestaba en ninguna forma. Poco se sabía de las intenciones de voto de uno o de otro y si se sabía, la tolerancia aplicada fue como tradicionalmente se ha hecho ver en Chile: amplia y sin resquemores.
Los que sacudían el ambiente eran los analistas políticos a través de la Radio: Gamonal, Hernández Parker y otros. Con seguridad ellos conocían asuntos que se guardaban o comentaban sólo para los que tenían la paciencia de seguir sus largas disquisiciones. No obstante, quienes serían los protagonistas en esta gesta, el llamado pueblo, no prestaba mucha atención ni entendía el crucigrama político. Teillier (actual diputado PC) y su amigo Omar Lara (poeta y candidato al Premio Nacional) asistían normalmente a clases universitarias en la especialidad Pedagogía en Castellano. Teillier, delgado, con un mechón de cabello sobre la frente, casi colorín, por lo mismo pecoso, guardaba silencio en las aulas y pasillos; sus diálogos los reservaba para su amigo Lara que, a la fecha, era de igual tendencia política. Décadas más tarde nos encontramos con Teillier y le pregunté por Omar Lara. Contestó que hacía muchos años no se hablaban. Preguntado Lara en su momento, contestó lo mismo.
El pueblo se organizaba posiblemente, pero callada y disimuladamente. Los considerados de derecha también se organizaban, cada uno en sus reductos y cada uno con sigilo y unas intenciones inexcrutables para el común. Sin embargo, no se puede desconocer que una corriente soterrada de esperanzas y sueños comenzaba a movilizar a los jóvenes especialmente. Los más dedicados y creíbles recibieron becas para estudiar en la Universidad Patricio Lumumba en la URSS de aquel tiempo (año 1963) en el sector de izquierda. En el sector de derecha se comenzaba a temer algo, un algo indescriptible, amenazador. Esa sensación les cohesionó más, ya que sus ánimos ya estaban molestos por algunas decisiones del presidente del momento, Frei-Montalva. La DC, poderosa y numerosa en el momento, había marcado pasos firmes en Reforma Agraria y alentado la Promoción Popular, programa que instaba a la juventud a estudiar y para eso facilitó cursos vespertinos. Si no recuerdo mal, nace entonces el DUOC. En síntesis, todo en paz. Todos pobres, muy pobres: abundaban los niños descalzos en pleno invierno, intentando atender a sus profesoras a pesar de los vidrios rotos en las salas de clases, mordiendo un pan entre anotación y anotación. Una característica de las ciudades chilenas era la separación social: en un sector los que habían logrado una mejor situación y por los alrededores las históricas callampas que, objetivamente hablando, eran una vergüenza social. Muchas estaban junto a ríos o esteros que las anegaban en invierno. Los braseros a carbón de leña mataron a varios compatriotas por intoxicación mientras dormían. Había reclamos, por supuesto y también hubo ayudas, no las suficientes, como siempre. El país progresaba lentamente y con resignación para los que la necesitaban y confort para los que lo poseían: Recuerdo una institución que no sé si existe hoy: La Gota de Leche. Allí se apretujaban mujeres pobres con niños. Los colegios privados funcionaban eficientes y felices. Sin embargo, los profesores del área pública eran verdaderos apóstoles que inventaban medios educativos con tarros conserveros, con palitos y gran entusiasmo.
Las alertas se encendieron tras el triunfo de Allende. Los llamados proletarios comenzaron a tomar en serio su condición. Los opositores comenzaron a organizarse con la anuencia de sujetos tan importantes como Nixon, presidente de EE.UU., quien declaró que se debía reventar a Allende. De hecho, un grupo armado con intenciones golpistas, en un intento fallido de secuestro, mató al general Schneider (antes que Allende asumiera). Las familias que podían hacerlo, se iban de Chile con capital y todo, aunque las acomodadas señoras debieran ir a asear casas ajenas en EE.UU. (caso que conocí).
Entretanto, entre los 15 y los 22 años, cual más cual menos se creía ‘Guevara’ (el de la Sierra Maestra) y vestían al estilo con boinas negras y estrellas rojas, más el pantalón ‘pata de elefante’ de moda entonces. Pretendían de guerrilleros. Su actitud, entre misteriosa y militar, resultaba muy atractiva para las lolas de minifalda. Pololear con uno de esos ‘héroes’, daba status. Es de imaginar la revolución hormonal provocada por los líderes máximos de esos movimientos: Henríquez, Von Schowen, Pascal Allende.