Roberto y Cristina Valdivieso no sólo aprendieron de su madre el oficio de amasar pan, ellos heredaron el coraje y alegría de vivir que los hace motivar al resto de sus hermanos.

 

  • La fama del pan que les legara su madre ha trascendido a las comunas de Putaendo, San Felipe, Santa María, Los Andes e incluso turistas extranjeros.

Roberto González Short – rgonzalez@eltrabajo.cl

Cuando en marzo pasado murió en La Troya una abuelita de 80 años que dedicó toda su vida a la producción de pan amasado, los vecinos del lugar sintieron doblemente su partida. Por una parte lloraron la pérdida irreparable de la conocida panadera y por otra, lamentaron que ahora no podrían contar con ese pan diario que la señora Irma González horneaba para la comunidad.

Estos alegres panaderos de La Troya siguen usando los hornos de barro que su madre Irma González les heredó al morir.

Con lo que no contaban los vecinos y amigos de la valiente abuelita, es con el coraje y ganas de trabajar que dos de los hijos de esta mujer sanfelipeña asumieron después de la partida de su madre. Cristina y Roberto decidieron seguir la tradición que aprendieron de las manos de su madre para sostener hoy a sus familias.

HERENCIA INCOMPARABLE

“El coraje, amor a la vida, el oficio mismo de panaderos y las ganas de trabajar, son la mejor herencia que mamá nos dejó, una herencia incomparable porque todos, los seis hijos aprendimos a hornear pan. Ella nos decía siempre ‘aprendan a amasar`, por eso somos panaderos, porque hoy día en cada pan la honramos a ella también”, comentó con orgullo Roberto Valdivieso.

Según lo reportado por este joven amasador de pan, regularmente llegan a su casa turistas de Brasil, México y de Santiago a comprar los panecillos horneados con leña y horno de barro.

Roberto Valdivieso amasa pan con su hermana Cristina para ganarse la vida y honrar la memoria de su madre.

“Mamá nos enseñó a amasar desde muy pequeños, la calidad de su pan tiene un sabor incomparable, por eso es que contamos con más de 100 clientes fijos, nos compran desde Putaendo, San Felipe, Santa María, Los Andes y otras poblaciones. Doy gracias a Dios y al oficio que de nuestra madre aprendimos”, agregó Cristina Valdivieso a Diario El Trabajo.

“En estos días ya nos entregan los permisos municipales para establecer una panadería formal y con atención al público, pues actualmente sólo vendemos a domicilio y también a veces que pasa algún turista a conocer los pequeños hornos que mamá nos dejó”, explicó Roberto.

Estos hermanos usan la receta de su madre, por eso el pan que fabrican no se endurece, ellos producen unos 18.000 panes al mes y trabajan los siete días de la semana.

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