Cada hueco debe ser hecho con pala, este cementerio tiene más de 5.000 tumbas y difícilmente podría operar tractor u otra maquinaria.

Roberto González Short – rgonzalez@eltrabajo.cl

SANTA MARÍA.- Muy pocos oficios en la vida nos pueden permitir aprender tanto de la naturaleza humana y del valor de la vida, como el que ejerce Ramón Gustavo Tapia Rubillo, un hombre de 40 años, que cambió su trabajo en una fábrica de vinos, al de sepulturero a tiempo completo. Atrás quedaron pues, las catas de los mejores vinos que realizara por once años en ‘La Casona’ del finado Luis Ibaceta y se convirtiera en el ‘Sepulturero oficial’ del Cementerio Parroquial de la comuna.

– ¿Hace cuánto aprendió el oficio de sepulturero?

– “Yo me inicié como ayudante de sepulturero en 2003 aquí en Santa María, con Darwin Silva, el encargado de aquellos años. Aprendí a realizar el manejo de todo el Protocolo que Salud exige para el manejo de los restos humanos en un cementerio”.

– ¿A qué ‘Protocolo de Salud’ se refiere?

– “Bueno, a que la excavación debe realizarse hasta una profundidad de 2.20 metros; 80 cm. de ancho por 2.10 metros de largo. También hay que saber que se deben colocar varias coronas de flores sobre el cajón al momento de que la primera tierra caiga, esto porque los ruidos contra la madera estremecen a los presentes, por su sonido ‘hueco’ que afecta a los dolientes”.

Luis Silva y Juan Millón, son veteranos empleados del Cementerio Parroquial de Santa María. Ellos se encargan de construir y reparar las bóvedas de este camposanto.

– ¿Qué debe tener una persona para ser apto para este trabajo?

– “Lo que es muy importante, es conservar un gran respeto por cómo se hacen las cosas y cuándo hacerlas, pero lo que es absolutamente vital para ser efectivo, es tener un estómago fuerte, porque los olores es algo con lo que se trabaja todos los días”.

– ¿Ha influido de alguna manera en su vida el tratar con la Muerte diariamente?

– “Este trabajo me cambió la vida, ahora yo valoro más a las personas, busco disfrutar más de mi familia, aunque no soy rencoroso, aprendí a no odiar a las personas, pues todos los días mi trabajo me demuestra que aquí llegamos todos, ricos o pobres”.

– ¿Gana más un sepulturero que otra clase de empleado?

Ramón Gustavo Tapia Rubillo, sepulturero de Santa María.

– “Yo gano lo mismo que gana cualquier persona en otros trabajos, no existe ningún monto especial, sin embargo, regularmente los familiares de las personas que recibimos para sepultar, discretamente nos regalan alguna platita, aún así, no pedimos a nadie nada, pues tenemos nuestro salario”.

– ¿Cuál es la parte más difícil de su trabajo?

“Lo más duro para mí, es tener que enterrar a mis propios amigos, aún no entierro a mis familiares, eso en verdad que me afecta, pues soy un ser humano como todos y cuando debo llorar, lo hago pero no delante de las personas que asisten a este amargo momento”.

Según lo reportado por Tapia, los cuerpos permanecen por unos ocho años antes de que se practique la Reducción a los restos, todo lo que son restos de ropa, vidrio, plástico y madera, son depositados en una bóveda que permanece cerrada con llave.

Este hombre oriundo de Cabildo, aseguró a Diario El Trabajo que su labor no es solitaria, pues trabaja también con los encargados de construir las bóvedas dentro del camposanto.

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