En las salas y patios de la Escuela Manuel Rodríguez ya se ha comenzado a vivir un clima renovado. En el presente año se han implementado políticas de desarrollo humano y espiritual, cuyas metas son la vida sana y con grados de felicidad en los alumnos. Todo lo anterior gracias a la renovación de su Proyecto Educativo, cuyos paradigmas se sustentan en una nueva visión de lo que debería ser la escuela como institución.
Una de las primeras barreras, comenta su director Cristian González, era levantar las problemáticas y necesidades del establecimiento y sus componentes.
«Debemos recordar que, en una escuela conviven una infinita gama de variables, que afectan tanto positiva como negativamente, el desarrollo de la vida escolar. Un PEI comprometido con lo humano, sería una de las salidas hacia una efectiva educación de nuestros alumnos», argumenta Rodrigo Martel, UTP del establecimiento a Diario El Trabajo.
GRATA BÚSQUEDA
Por otra parte, existen experiencias a nivel mundial, como la República de Bután, y que han sido reconocidos por su esfuerzo por crear un ‘Ministerio de la Felicidad’. En el caso puntual de la Escuela Manuel Rodríguez, el equipo directivo y los docentes comenzaron un proceso que busca replantearse la visión y misión de esta escuela.
«Una de las variables que determinaron los lineamientos para dicha elaboración, trata sobre el desarrollo humano y que a la vez apunta al desarrollo social del grupo. Las escuelas deben garantizar la seguridad, el bienestar, la empatía y la alegría de estar en ella», argumenta su director Cristian González.
«Es difícil sostener un proyecto en donde se trabaja con niños, sin fundamentarlo en esos tópicos», agrega Diana Valdés, encargada de Convivencia Escolar. No se trata de caer en infantilismos, o dejar a libre albedrío las acciones, se trata que bajo un detallado manual de normas y exigencias, contextualmente apropiadas para este establecimiento, surjan los cimientos hacia un trato ameno y claro.
Generalmente los adultos que trabajan en las unidades educativas, guardan ciertos grados de indiferencia, o no ocupan las mejores estrategias para la resolución de problemas.
«Se debe recordar que algunos de nuestros alumnos necesitan de afectos, y debemos respetar su formación cultural inicial. No pretendemos cambiarlos, pero sí, creemos que su comportamiento, su vida cotidiana en la escuela puede mejorar», argumenta el González.
Roberto González Short
rgonzalez@eltrabajo.cl