Mauricio Pulgar, foto de su twitter.Mauricio Pulgar, foto de su twitter.

Mauricio Pulgar ahora espera reparación de la Iglesia:

  • «Para mí era un ejemplo de sacerdote, de verdad lo digo de todo corazón, porque yo trabaja con él codo a codo»

Una vez conocida la información sobre la solicitud de dimisión por parte del Obispado de San Felipe del presbítero Humberto Henríquez López, nuestro medio conversó con una de las víctima. Se trata de Mauricio Pulgar, quien nos dijo que junto a Marcelo Soto han luchado durante 27 años para que se haga justicia.
«En el caso de Marcelo, 27 años, en el caso mío, 21años. Ha sido largo, muy, muy agotador, pero por fin gracias a la gestión del presbítero Manterola y del administrador apostólico, por fin se llegó a la verdad. La Iglesia reconoce lo que sucedió, encuentra que sí hay verosimilitud, reconoce que sí existió el delito, lo que para nosotros es como el primer paso para empezar a sanar», dice Mauricio Pulgar.
– ¿Qué viene ahora?
– Bueno, como este no es un tema de venganza, el presbítero tiene el derecho de apelar, independiente que no tiene mucho sentido porque la Iglesia reconoce la verosimilitud y los antecedentes son contundentes por parte de Marcelo Soto y en mi caso, pero después viene el proceso que nosotros ya iniciamos que es el proceso judicial, porque tiene que quedar asentada alguna verdad judicial para proceder a lo que la Iglesia hasta ahora no se ha abierto, que es un proceso de reparación. Ese es el conducto, porque nosotros le propusimos a la conferencia episcopal, porque las víctimas son muchas a lo largo de todo Chile, varones y mujeres, que la iglesia abriera una mesa de trabajo de justicia y reparación, que no tuviéramos que andar todas las víctimas desfilando por tribunales, quitando tiempo a los tribunales, para llegar a la misma conclusión. Obviamente hay que investigar los delitos, hay que buscar que un perito acredite efectivamente nosotros tenemos secuelas por los abusos sufridos, pero que no tuviéramos que desfilar por tribunales a diestra y siniestra, pero la conferencia episcopal se negó, no quiso y bueno no le queda otro camino a las víctimas que tener que ocupar los medio judiciales para hacer que la Iglesia Católica entre en un proceso de reparación a las víctimas.
– ¿Ahí cada víctima tiene que ir haciendo la denuncia, presentando la querella?
– En el caso de nosotros, en este momento somos seis demandantes que corresponde a lo que tiene que ver con la Quinta Región, y en otros lugares van de a cuatro, tres, dos, a lo largo de todo Chile, yo ya desde el próximo mes a nivel nacional fácilmente van a haber unas veinte demandas ya interpuestas.
– ¿Contra él mismo sacerdote?
– No, no, contra distintos sacerdotes a nivel nacional.
– Ahora en el caso del presbítero Humberto Henríquez López, ¿son ustedes dos nada más?
– Los que denunciamos sí, yo sé que hay otras víctimas, pero lo que pasa es que yo creo que ahora que la Iglesia reconoció la verosimilitud, es probable que aparezcan otras víctimas, que yo las conozco, a algunas, pero por el hecho de enfrentarse a la Iglesia, que es un proceso doloroso, es muy inhumano, no han levantado la voz; esperamos que ahora sientan la fuerza que vale la pena perseverar.
– Cuando tú dices que hay verosimilitud, ¿es que el relato es creíble?
– Es que la Iglesia reconoce que hay verosimilitud y que los delitos ocurrieron.
– Sabemos que puede ser doloroso recordar, pero ¿cómo comienzan a gestarse los hechos, los abusos?
– Bueno esto, ¿cómo parte?, Humberto Henríquez se formó en Santiago, no tiene nada que ver ni con la diócesis de San Felipe ni Valparaíso, fue puesto ahí por personas que ahora hay que investigarlas por el tema del encubrimiento y Humberto, en el caso de Marcelo Soto, era Vicario en la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Quilpué, y en ese proceso en que Marcelo Soto estaba de seminarista, haciendo fin de semana de pastoral, ahí empezó a ganarse su confianza, a ganarse su lealtad, y en un momento ya en desesperación de parte de Humberto de conseguir, tener poder sobre él, comete el abuso. En el caso mío yo ya me había ido de la diócesis de Valparaíso y él me ofreció que me ordenara por la diócesis de San Felipe, y yo comencé a trabajar con él en la parroquia Santa Rosa, en el centro de Los Andes, y obviamente se había ganado mi confianza en la parroquia de Quilpué, y él empezó con el tema de verse como vulnerable: «Que necesito tú apoyo»; empezó con el tema de dominar mis horarios, lo que yo pensaba, lo que no pensaba, que es una de las cosas que se le condenó, en el fondo manipulación de conciencia que es una dominación que ejerce la persona sobre ti, en la cual tú pierdes libertad, o sea no te logras dar cuenta que estás absolutamente dominado, cuando la persona te diga incluso lo que debes pensar, te destruye eso en tu mente, te destruye la razón, y bueno eso es lo que facilita, pero como Humberto no logró que en mi caso yo no despertara inclinaciones homosexuales, en la desesperación Humberto lo que hizo fue drogarme para cometer el abuso.
– Mauricio, ¿en el caso tuyo fue un abuso, para diferenciarlo de la violación?
– Fue una violación.
– Cuando pasa todo esto, ¿tú acudes a alguien, le cuentas a alguna autoridad eclesiástica, a tu familia?
– Yo pedí hablar con el obispo de San Felipe. Humberto me dijo que no iba a lograr nada porque lo iban a proteger. En ese tiempo era Cristian Contreras, traté que me ayudara el obispo Gonzalo Duarte y se negó. Desfilé por un montón de lugares golpeando puertas y siempre se me dijo que no, que no, «que no te vamos a creer». En el fondo se me prohibió participar en la Iglesia y todas esas cosas, hasta que ya el 2011 logré hacer el relato, grabé a Humberto en su confesión el año 2006 y me lo ratificó en el año 2008, me mandó correos pidiéndome que yo no lo delatara, extorsionándome con dinero y finalmente yo ocupé todas esas pruebas para demandar y bueno es como llegamos hasta acá.
– Todos estos hechos fueron en casa parroquial tengo entendido.
– En el caso de Marcelo Soto fue en la casa parroquial de nuestra señora del Rosario en Quilpué, y en el caso mío fue en la casa parroquial que está contigua a la parroquia Santa Rosa, donde está la plaza de Los Andes.
– ¿Esto ocurrió durante el día, en la noche?
– En la noche. Lo que pasa es que yo preparaba las prédicas de Humberto y los cursos, todas esas cosas que él hacía, y trabajamos hasta tarde en una capilla, entonces me dijo que como ya era tarde, usted sabe que varios años atrás los buses salían hasta cierta hora no más hacia Viña, me dijo que me quedara, me preparó un sándwich y una bebida, ahí fue cuando él me dio el tema, me empecé a desvanecer, ahí perdí la conciencia.
– ¿Fue sólo una vez, violación?
– Sí.
-¿Cómo has estado tú, después que no te creyeran; te fuiste reconstruyendo emocionalmente?
– Bueno, en el caso de Marcelo Soto y el mío, nosotros heredamos genéticamente secuelas a nuestros hijos, es algo que la ciencia en Estados Unidos, las víctimas tanto de abuso sexual como otras situaciones, se está viendo que es una cosa que hay que investigar que son las secuelas que tú heredas; yo tengo un hijo autista y una hija con una secuela genética que siempre va a ser eterno, en el caso de Marcelo Soto, una secuela genética que produce un problema motriz en las articulaciones, así es que ha sido doloroso, ha sido eterno. El lunes, cuando nos dijeron que el decreto… fue muy complicado llegar hasta Los Andes-San Felipe, pero nos ha atendido muy bien el administrador apostólico, estamos muy agradecidos de que se atreviera a luchar por la verdad, y bueno ahora recién estamos como viviendo el impacto de que nos crean, estamos procesando todavía, interiormente… sí, tengo mucha paz porque es lo que esperé por muchos, muchos años.
– Ahora ustedes pueden decir: «¿Ven que era verdad?»
– Lamentablemente son 21 años de torturas, 21 años en que Humberto siguió haciendo daño, no sabemos cuántas víctimas más pueden haber, me consta que hay mujeres que son víctimas y les pido perdón por no haber podido lograr que esto no sucediera antes, para haber evitado que pasaran por el sufrimiento que pasaron.
– Mauricio, ¿alguna reflexión final?
– Yo invito a los creyentes católicos de la Quinta Región, sobre todo a la diócesis de San Felipe, que yo sé que esto es doloroso, yo me pongo en su lugar, yo entiendo que es difícil de creer, una de las cosas que más me traumó es el hecho de que yo no podía creer que Humberto pudo hacer una cosa así contra mí, siempre pensé que yo había hecho algo que hiciera que Humberto cambiara de esa manera, para mí era un ejemplo de sacerdote, de verdad lo digo de todo corazón, porque yo trabaja con él codo a codo en comedores abiertos, entonces esto era como una cosa que no podía ser, no podía ser. También pido que les crean porque hay otras víctimas… las víctimas sufren por la impotencia de sentir que no les van a creer, y que sí es posible otra Iglesia, que sí es posible ponerse de pie, que la reparación parte también por volver a tomarse de la mano y empezar a caminar, pero creyéndole a las víctimas, las víctimas no somos enemigos de la Iglesia y si no hubiéramos tenido el apoyo de personas específicas como también los medios, quizás esto seguiría impune y cuántas otras víctimas saldrían dañadas.

Mauricio Pulgar, foto de su twitter.
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