Sector San Fernando, en Santa María:
- Sentado alrededor de una mesa y disfrutando de la vida se fue de este mundo el querido vecino.-
Hay un refrán que dice: «El que nace chicharra, muere cantando», y así podríamos describir la muerte de Eduardo Enrique Astudillo Lucero, conocido popularmente en Santa María como ‘Gato Mojao’, quien murió en plena ramada del Club San Fernando, sentado alrededor de una mesa, comiendo un anticucho al comenzar este ‘18’.
Así lo relata a Diario El Trabajo una de sus sobrinas, Camila, quien señala que «él se fue a la fonda, estuvo compartiendo, pidió un anticucho y ahí lo vieron que estaba mucho rato sentado, pensaron que se había quedado dormido, y cuando lo fueron a ver estaba pálido y tenía su manito colgando que estaba como morada; ahí intentaron hacerle reanimación, llamaron a la ambulancia, creo que había una paramédico si no me equivoco o alguien que trató de ayudarlo, le tomaron el pulso y estaba súper bajo. En todo esto que se demoró, no era mucho la reanimación que se podía hacer, falleciendo ahí mismo» (ramada) relata Camila sobre la muerte de su tío conocido como ‘Gato Mojao’.
Recuerda que su tío hablaba muy fuerte; «por ejemplo donde me veía gritaba ¡Camilita! Y toda la población escuchaba que andaba, muy alegre, respetuoso, eso se destacó mucho en el funeral», señala.
A propósito de su apodo, conversamos con su hermana Carmen Astudillo, quien nos cuenta que su nombre era Eduardo Enrique Astudillo Lucero y le decían ‘Gato Mojao’ porque un día se cayó a una acequia cuando fue a buscar agua con un balde, ahí lo vio el dueño del negocio ubicado cerca, quien se levantaba temprano para abrirlo.
Ahí, dice su hermana, «había un tubo grande donde sacábamos agua, porque no teníamos agua potable, y mi hermano iba con un balde a sacar agua; entonces vino, se cayó con balde y todo a la acequia, y como era flaquito salió mojado y tiritando, y don Raúl Álvarez (dueño del negocio), que está vivo, le pone sobrenombre a todos los que le pasaba una cosa. Lo miró y no se le ocurrió nada más que decir que era un ‘gato mojao’», comenta.
Reconoce que algunos por cariño le decían ‘Gatito Mojao’. «Ahí empezó eso. Era muy caritativo, cuando iba a trabajar no dejaba que las personas estuvieran tristes. Él llegaba a los parrones donde trabajaba, hacía que se hicieran casi ‘pichí’ a las mujeres, andaba ahí haciéndolas reír, no le gustaba que las personas estuvieran tristes, les echaba chistes, contaba historias de lo que pasaba, las cosas que le sucedían a él de misterio y todo. Así es que de ahí empezó que le pusieran el ‘Gato Mojao’», cuenta.
– ¿Era un personaje en Santa María?
– Sí, ahí en Santa María todos lo conocían, andaba en la Plaza con sus perros, que a veces lo seguían, y allá en la cancha cuando él falleció, estaban los perros porque él tenía dos, no tenía más; antes tuvo más, le decían ‘El hombre de los perros’, que era como lo conocían. Y sabe que el perro, cuando fueron a buscarlo los de la PDI para revisarlo, no dejaban que lo tomaran, a uno casi le toma (muerde) la mano y tuvieron que tirarle carne y llamarlo para poder tomar y llevárselo, y lo siguieron detrás. Ahora cuando estaba en el cajón, también llegó el perro que más lo quería y estuvo ahí debajito del cajón.
– ¿Fue harta gente al funeral?
– Sí, fue mucha gente, incluso vino de afuera, de Las Coimas vinieron también a despedirlo.
Nos cuenta que su hermano siempre andaba con su bolsita de comida para los perros y se las tiraba; «quería mucho a los animales, perro que andaba por ahí quería llevárselo para su casita, su Penhouse que le decía», señala.
– ¿Qué recuerdo les va a quedar a ustedes de su hermano?
– Que murió feliz, como él quería morir, porque murió dejando la mocha ahí, en la ramada, y con toda la gente, paró la música, todos se fueron y fue el 18 de septiembre que él murió.
Agrega que su hermano les había comentado en vida que él quería morir alegre, «que le cantaran, no quería misa, no se le hizo, eran sus deseos y se les cumplió la mayoría. Él andaba en la Plaza, saludaba a todos, niños chicos, personas, aunque no lo saludaran, pero él andaba saludando a todo el mundo, igual en el trabajo, no dejaba que anduvieran tristes, andaba diciéndole chistes todo el día, cantándole, era una persona muy feliz, cantaba rancheras a su manera, pero cantaba; así es que no, era un plato mi hermano», finaliza.
AGRADECIMIENTOS
Su sobrina Camila aprovecha nuestro medio para agradecer a todas las personas que los acompañaron en el funeral; «de alguna u otra manera y debe estar muy agradecido porque como él era solito, aun así siempre estuvo bien acompañado por sus hermanas, sobrinos, sobrinas, porque eso tenía hartos, y sus amigos, la gente con quien trabajó, al club deportivo San Fernando, porque fue velado en la sede ubicada en Nieto Sur».
Destacar que la familia nos comentó que durante su funeral, que fue este día martes 19 de septiembre, se tocó harta música, canciones, mucha alegría; «él no quería algo triste», señalan.
También hubo un hecho a destacar por parte del Club San Fernando, y fue que por respeto a la familia, «al otro día pidieron autorización a la familia, si se podía seguir realizando el evento, como por respeto; sino, no, y obviamente la familia dio la autorización debido a que a él le gustaba eso, la fiesta, la alegría, la música», señala su sobrina.
Eduardo Enrique Astudillo Lucero tenía 69 años y pronto cumpliría los 70.