RINCONADA.- Con una misa solemne y ante un templo repleto de fieles, se celebró en el Santuario de Auco el natalicio de Santa Teresita de Los Andes, la eucaristía estuvo presidida por el obispo de la Diócesis de Aconcagua, Monseñor Cristián Contreras y concelebrada por los obispos eméritos Rafael de la Barra y Manuel Camilo Vial, sacerdotes de la diócesis y del santuario.
El Obispo en su homilía, destacó que «nos congregamos como familia cristiana para dar gracias a Dios por hacernos partícipes de esta fiesta de Teresita de Los Andes, ella llamada a la santidad desde su bautismo y que hace 20 años la Iglesia la declaró Santa, provocando la alegría de un pueblo que sigue participando de la santidad divina en la persona de una cristiana inundada por el amor gratuito de Dios, la presencia juvenil y atrayente de Teresita en la Iglesia no deja de producir asombro y admiración. En esta joven Carmelita Dios nos ha revelado la alegría y felicidad de conocerlo y amarlo en las cosas sencillas de la vida», expresó el prelado.
El Obispo recordó que Teresita «contemplativa por naturaleza, sintió en el silencio de su corazón la voz del Pastor que la quiso para sí. Teresita desde pequeña fue escogida para estar con el Señor y buscaba su presencia en los momentos fuertes de oración, en lo cotidiano de la vida y en la llamada a ser testigo de su Pasión, Muerte y Resurrección», agregó.
PRIMERA SANTA CHILENA
Santa Teresa de Jesús ‘de Los Andes’ (Juanita Fernández Solar) es la primera chilena y la primera Carmelita americana que ha alcanzado el honor de los altares. Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, en el seno de una familia acomodada muy cristiana. Sus padres fueron Miguel Fernández y Lucía Solar. Desde sus seis años, asistía con su madre casi a diario a la santa misa y suspiraba por la Comunión, que recibió por primera vez el 11 de septiembre de 1910. Desde entonces procuraba comulgar diariamente y pasar largo rato en diálogo amistoso con Jesús.
También desde su niñez vivió una intensa vida mariana que fue uno de los cimientos fuertes de su vida espiritual. El conocimiento y amor de la Madre de Dios vivificó y sostuvo todos los momentos de su camino en el seguimiento de Cristo. Hizo sus estudios en el colegio del Sagrado Corazón (1907-1918). Profundamente afectiva, se creía incapaz de vivir separada de los suyos. Sin embargo, asumió generosamente la prueba de estudiar en régimen de internado los tres últimos cursos, como entrenamiento para la separación definitiva, que consumaría el 7 de mayo de 1919, ingresando en las Carmelitas Descalzas de Los Andes.