Lo he dicho una y otra vez con indisimulado orgullo, soy una mujer que proviene de una comuna rural, mi Putaendo querido, primer territorio libre de la tutela española. Por lo mismo, llevo en mis genes esas ansias libertarias y conozco bastante las limitaciones de quienes viven nuestras zonas rurales, en especial de las mujeres de nuestro campo.
Sólo a modo de ilustración, 236 comunas de las 345 que tiene el país son tipificadas como rurales. Eso significa que 4,5 millones de chilenas y chilenos viven en el campo y con su trabajo aportan el 22% del Producto Interno Bruto (PIB). Sin embargo, existen otras cifras que debiesen avergonzarnos como país: sólo el 53% de la población rural tiene acceso a la red pública de agua potable y un 16% a banda ancha de internet, frente al 60% de la población que vive en zonas urbanas, o sea, la cancha está muy dispareja entre el campo y la ciudad.
Y seguimos con otra estadística más vergonzosa aún: de 713 entrevistas realizadas este año por Prodemu, 1 de cada 2 mujeres declararon no tener educación media completa. El mismo sondeo reveló que entre el 50% y 77% de las entrevistadas dijeron no sentirse valoradas con su aporte a la agricultura, un escenario que no hace justicia, ya que somos nosotras quienes objetivamente tenemos más conciencia de la importancia y urgencia de salvaguardar nuestras costumbres, gastronomía, leyendas y fiestas, entre otras tradiciones que dan vida a nuestro campo chileno.
En el Ministerio de Agricultura existe conciencia que el mundo rural está invisibilizado y eso salta a la vista en el Congreso Nacional, porque no existe un representante que defienda realmente nuestro campo chileno y a los pequeños y medianos agricultores. Por esta y otras razones, quiero llegar a la Cámara de Diputados para que nuestro mundo rural vuelva a tener voz y poder de gestión. Chile es uno sólo, no importa el territorio donde se trabaje ni mucho menos el género.
Nuestro mundo rural requiere tener buen acceso a la salud, educación, a un trabajo digno y formal, a una mejor conectividad y mayor fomento y apoyo a la producción de la agricultura familiar campesina y de los pequeños y medianos agricultores. Preocuparse de nuestro campo es de toda justicia, así como también reconocer el enorme aporte que día a día realizan las mujeres para preservar nuestra cultura y patrimonio, y así proyectarlo a las próximas generaciones venideras, algo clave para el futuro de nuestro país.
Por eso, mi compromiso con el mundo rural es real y lo seguirá siendo cuando pueda representarlo en el Congreso Nacional con el apoyo de nuestras mujeres y hombres de campo.