Hace solo unos meses, y cuando la salud del querido Juan Fuentes estaba ya muy deteriorada, Pedro Muñoz registró una entrevista para la agrupación cultural MiPatrimonio, en el marco de un registro audiovisual de personajes típicos del valle del Aconcagua. El trabajo elaborado junto al realizador Carlos Lertora da cuenta de la visión que el ex alcalde tenía del hombre público, de la vocación de servicio y de cómo se desarrolla la ciudad. Pero también abarca aspectos de su vida que bien vale la pena repasar en un trozo de dicho material.
Juan de Dios Fuentes Gallardo, conocido en la ciudad como “cacha de bastón”, sobrenombre heredado de su padre, nos recibe en su casa para hablar de la ciudad, su crecimiento y su historia como alcalde.
– ¿Le molesta ese sobrenombre?
– “No, para nada, porque me acuerdo de mi padre, a él le decían así, entonces ¿porqué me debería enojar?”.
– Háblenos de su pasado ferroviario, cuéntenos de su trabajo y los recuerdos que tiene de ese ambiente
– “Lo más lindo que me ha tocado vivir. Yo era bodeguero y recorría todo este sector hasta Las Vegas y Putaendo por dentro. Arreglamos un galpón que había en la estación y ahí organizábamos funciones de circo, yo hacía de payaso, la gente se reía mucho. También teníamos veladas de box y yo varias veces me puse los guantes, había que hacer de todo para que la gente se riera, eran tiempos sanos, los niños éramos más inocentes, uno podía recorrer la ciudad entera a pie y todos nos conocíamos”, recuerda con nostalgia.
– ¿Qué le produce ver el recinto donde antes estaba la estación?
– “Dan ganas de llorar. Toda la bulla de la gente, los coches victoria, el pito del tren… (se emociona y guarda silencio) no debía haber terminado así. Si parece que hubiera habido una guerra, quedó todo botado. Ya no hay negocios, ya no queda nada. (Otra vez pausa y medita un rato) Mire cuando salí concejal (1990) yo quería que se recuperara ese recinto, pero en la municipalidad querían todo lo contrario, querían romper la calle Riquelme para que saliera al estadio fiscal, al final no se hizo ni una de las dos cosas y ese es otro punto malo de la ciudad”.
– ¿Le gusta como se ha planificado la ciudad?
– “Uta da pena, porque una cosa es que la ciudad crezca y otra muy distinta es que esté tan desordenada. A lo mejor era más fácil antes, pero ahora está todo sucio, desordenado. Hasta da vergüenza ver algunas calles. La gente no respeta nada, los cabros rayan hasta las estatuas. Hay unas poblaciones re grandes y no tienen árboles, no hay plazas para los niños, nada. Mire lo principal aquí es los niños, yo cuando era chico siempre me acordé de la gente que nos daba cosas, regalos, juegos, una pelota, lo que sea, a los niños no se les olvida nunca, entonces estos pericos se gastan tanta plata en otras cosas y no hacen cosas mejores para los niños”.
– Bueno y ¿es cierto que usted una vez dijo que iba a hacer “columpios para que se columpeen y resfalines para que se resfalineen”?
– (Ríe de buena gana) “Siempre me gustaba molestar, porque la gente me hacía burla por mi habla, entonces yo inventaba frases como esa. Una vez un niño en una escuela me preguntó qué significaban las dos “F” que aparecen en el escudo de San Felipe, y se me ocurrió responderle delante de uno de la Radio Aconcagua: significa ‘Fuan Fuentes’… siempre molestaba con eso”.
– Usted arrasó en las urnas para las municipales de 1967
– “Había que levantar la ciudad después del terremoto del 65’ y el Intendente nos ayudó a conseguir plata para empezar por arreglar la plaza, había que botar la Intendencia, el Teatro y el edificio municipal que estaba al lado del banco Español (mismo lugar que usa hoy Banco Falabella). Hablé con el presidente Frei Montalva y él vino a visitar la ciudad, lo convencimos y entregó los materiales para construir las poblaciones: Los Álamos, Manso Velasco y 11 de Septiembre, yo creo que el trabajo ayudó a que la gente eligiera alguien del pueblo”.
– Usted diseñó el programa de autoconstrucción y ya habían empezado a construir ‘La Santita’.
– “Es que fue muy lindo porque la gente hacía sus propias casas, yo le dije al Presidente: ‘Usted consígame los materiales, que la gente en San Felipe es trabajadora, y si no pueden venir a levantar la ciudad, la levantamos nosotros mismos’. Y el Presidente mandó 12 carros de carga con materiales para casas y levantar 4 colegios: la 62 (Hoy José de San Martín), la escuela 21 (hoy Manso de Velasco), el Liceo de Niñas que había que cambiarlo de lugar, y la Manuel Rodríguez. Me acuerdo que la gente estaba feliz y en todos lados me invitaban a celebrar con ellos”.
– ¿Es cierto entonces que usted era amigo del Presidente Frei Montalva?
– “Claro, si siempre venía para acá. Nosotros lo íbamos a buscar a la estación de trenes y lo sacábamos a recorrer la ciudad. Una vez me metí para hablar por los trabajadores y él me dijo que yo hablaba lindo, todos se rieron, pero Frei dijo que mientras uno hablaba con el corazón estaba todo bien, así que me llevó a Santiago a hablar en un acto oficial”.
Mientras hablamos con él y una de sus hijas profesora, algunos de sus perros se inquietan y comienzan a ladrar. En algún momento Juan Fuentes llegó a tener más de 20 perros y fue uno de los primeros miembros formales de la Sociedad Protectora de Animales en la ciudad. Aprovechamos la pausa para revisar los cientos de reconocimientos entregados a este hombre: ciudadano destacado, hijo ilustre, personaje del año, servidor público, mejor trabajador, mejor dirigente DC, vecino destacado, y un largo etc. que pasa incluso por un saludo escrito del mismísimo Juan Pablo II. De los muros cuelgan trabajos plásticos del extinto artista Carlos Ruiz Zaldívar con quien tuvo innumerables diferencias, pero asegura que al final del camino “nos convertimos en buenos amigos”. Aprovechamos de regalarle una copia del documental ‘El Sueño y las Ruinas’ del creador sanfelipeño Carlos Lertora y que se basa en la caída del Palacio de la Hacienda de Quilpué, ícono de las pérdidas patrimoniales.
– Nos queda la sensación de que si usted hubiese sido Alcalde en esa época, no hubiese permitido que demolieran el palacio.
– “No habría dejado que lo tocaran. Cuando se demolió nadie dijo nada, y ojo que estaba esta misma gente. Claudio Rodríguez, el mismo Jaime Amar que era dirigente de varios organismos de peso, no se opusieron, no dijeron nada. Nosotros habíamos recibido con tanta alegría el traspaso de la propiedad para el municipio. Yo hice funcionar allí los talleres femeninos. Llenamos de juguetes algunas piezas para regalársela a los niños para la pascua. Teníamos todo limpiecito, yo hice correr coches victoria desde el centro para que la gente fuera a visitar. Le pusimos agua a las piletas, y el que quería se bañaba. Hicimos el Festival de la Vendimia, eso nunca se debió terminar, la idea era mantenerlo, recuperarlo para la gente”.
Para el ex alcalde, “ahora algo raro pasa” con los proyectos que se levantan en sitios patrimoniales.
La nostalgia invade el pequeño espacio que queda entre cuadros, recuerdos, radios antiguas y plantas. Un dibujo al pincel de la antigua pileta de la Plaza de Armas sirve para retomar el tema.
“Esa es la verdadera pileta de San Felipe –apunta Gallardo- esa nunca se debió cambiar. Esa fue una idea de Claudio Díaz y la gente no pudo opinar ni reclamar, la pusieron de un día para otro”.
– Don Juan, ¿usted cree que la gente añora alcaldes más cercanos o funcionarios más abiertos a escuchar?
– “¿Usted qué cree?… si aquí el tema es de la gente, la ciudad es de la gente y uno tiene que preocuparse de encontrarles trabajo y mantener limpia la comuna. A eso me dediqué yo y por eso me felicitan todos en la calle. Me dicen: ‘pucha que lo echamos de menos Juanito’. Yo hablaba con la gente y ellos se daban cuenta que uno hacía las cosas con cariño y nada más”.
– ¿Cómo quiere que le recuerde la ciudad? Como alcalde, como obrero, como amigo…
– “Como un obrero que llegó a ser algo. Yo de chico pasaba por la municipalidad y me quedaba mirando. Una vez entré al salón del alcalde y no había nadie. Me senté en el sillón y pensé: ‘cuando yo sea grande voy a estar sentado acá de alcalde’, y así fue. Entré con las manos peladas y cuando salí de la municipalidad salí con las manos de obrero honrado”.
– Usted fue Alcalde para el Golpe de Estado y después fue designado por Pinochet, ¿eso no le trajo problemas?
– “No no no, yo no fui designado por Pinochet, yo ya era Alcalde antes y me acuerdo que me llamó un oficial para preguntarme si yo quería seguir, y yo más contento que no sé qué dije al tiro que sí, si eso era lo que me gustaba”.
– ¿La gente le agradece lo que usted hizo por la ciudad?
– “Pero si no le digo que me atajan en la calle. La gente es inteligente y saben reconocer todo. Cuando levantamos esta población, cuando conseguimos el colegio (John Kennedy), tantas cosas que se hicieron”.
– Me refiero a cosas más específicas, por ejemplo ¿lo vienen a ver?
– “Una vez vino Jaime Amar a saludarme, se portó muy bien conmigo. Hay dos o tres políticos que vienen a sacarse la foto conmigo para cuando hay elecciones nada más… ahora lueguito van a aparecer. Pero así es la cosa, no podrán venir quizá”.
– Uno siempre habla de las cosas de la vida, los proyectos y las cosas diarias. Si yo le hablo de la muerte y le pregunto ¿Qué le gustaría para después que usted muera?
– (Guarda silencio mucho rato antes de responder) “Que no se olviden de mis hijos. Cuando yo tenía que ir a alguna parte (cuando era alcalde) ellos se quedaban solos con la mamá. A ellos les costaba más que a mí. No se olviden de ellos… que se acuerden de los niñitos, que le hagan fiestas y les regalen juguetes, los niños nunca se olvidan de los regalos”.
– ¿Y no pide nada para usted?
– “Que no se olviden de mi”.