El miércoles se realizó una eucaristía que incluyó el simbólico rito de bendición e imposición de la ceniza a todos los presentes.El miércoles se realizó una eucaristía que incluyó el simbólico rito de bendición e imposición de la ceniza a todos los presentes.
El miércoles se realizó una eucaristía que incluyó el simbólico rito de bendición e imposición de la ceniza a todos los presentes.
El miércoles se realizó una eucaristía que incluyó el simbólico rito de bendición e imposición de la ceniza a todos los presentes.

El pasado miércoles 10 de febrero comenzó el tiempo cuaresmal, con una celebración presidida por Mons. Cristián Contreras Molina OdeM. Obispo de la Diócesis de San Felipe en la Iglesia Catedral, con una celebración eucarística que incluyó el simbólico rito de bendición e imposición de la ceniza a todos los presentes.
En su homilía, el Pastor Diocesano recordó “la ceniza es el signo de humildad y de penitencia, la ceniza nos recuerda cual es nuestro origen y nuestro fin, que hemos venido de Dios y que vamos a Dios”. Más adelante expresó “sé que es difícil comenzar la cuaresma en medio de este clima de calor y de verano, donde hay muchas frutas, uvas, duraznos y melones. Sin embargo los invito a comprender que todo tiempo es ‘tiempo favorable’ y toda nuestra vida es una oportunidad abierta para experimentar la Misericordiosa del Padre y la Cuaresma lo es de un modo especial porque todo en ella invita a entrar en nosotros mismos, a reconocer nuestros fallos y debilidades y a situar a Jesucristo en el centro de nuestra vida, porque este tiempo es un periodo especial para prepararnos para la Pascua, momento crucial para todo cristiano”.
Antes de concluir su homilía Mons. Contreras Molina invitó a vivir este periodo de Cuaresma como un auténtico tiempo para aprender de Jesús como nos enseña del amor de Dios de una manera cercana, por ejemplo, en la parábola del Buen Pastor, Jesús, es el Buen Pastor, quien carga con nosotros, con toda nuestra historia, con nuestros pecados, dolores, agonías y soledades. Sin embargo, es Él quien nos carga es sus hombros para que experimentemos en nuestra vida el amor misericordioso del Padre.

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