Lo dejamos por escrito, impreso en papel dos días antes del plebiscito, el viernes 2 de septiembre: ‘La diferencia será categórica’, fue el título de una columna de opinión en la cual adelantábamos que la diferencia sería entre 15 a 20 puntos. Luego, llama la atención que se hable de ‘terremoto’, de ‘resultado inesperado’… ¿De verdad la clase política está tan desconectada de la realidad que no pudo ver lo que este humilde periodista pudo adelantar y atreverse a dejar por escrito en papel, imborrable, inalterable?

Entre 15 a 20 puntos, dijimos. Nos quedamos cortos. Al final fueron prácticamente 24 puntos de diferencia. Un resultado que es categórico, inapelable, indefendible.

No obstante, ahora llama la atención la falta de autocrítica de la facción perdedora: ‘Triunfaron las fake news’, dicen algunos; ‘La gente es tonta’, dicen otros… ‘Fachos pobres e ignorantes’, ladran los recalcitrantes. Por favor, un poquito de sensatez. La gente se pronunció. Punto. Rechazó la propuesta. Punto. ¿Por qué lo hizo? Esa es la respuesta que deben encontrar los que hoy son gobierno, si es que de verdad quieren gobernar y subir aunque sea un poquito en las encuestas de popularidad, porque hasta ahora -digamos las cosas como son-, a seis meses de asumir, se dedicaron exclusivamente a hacer campaña por el Apruebo, y yo creo que los resultados están a la vista: Baja popularidad, fracaso total en el plebiscito.

¿Qué viene ahora? Hay que redactar una nueva constitución. No porque la actual sea mala, pero mientras siga siendo la ‘Constitución de Pinochet’ (aunque ya no lo sea por las numerosas reformas que ha experimentado), la Izquierda siempre va a tener la justificación ante sus electores por las promesas incumplidas.

En lo personal, creo que si algo dejó el resultado del plebiscito, es que la gente no quiere ‘cambios’, quiere ‘mejoras’. Y esas mejoras no pasan por una nueva constitución, pasan por evitar los abusos de los poderosos, los privilegios de los pocos, las enormes diferencias económicas entre los de arriba y los de abajo. A eso súmele Dignidad en todo: pensiones, salud, educación, vivienda. La gente desea trabajar en paz, crecer, prosperar, mejorar su calidad de vida, y por supuesto recibir sueldos dignos por su labor.

La actual constitución del 80, que comenzó a regirnos recién el año 1990 con la asunción de Aylwin (hasta entonces sólo operaron los artículos transitorios), le dio a este país un tremendo impulso en lo macro económico, tanto así que llegamos a considerarnos los jaguares de América Latina. Más aún, ante el bienestar económico de las clases más desposeídas (gracias al mayor acceso a crédito, en realidad), y/o por las mayores facilidades para cursar estudios superiores, tuvimos que ‘importar mano de obra barata’ (léase migrantes) porque las nuevas generaciones no estaban dispuestas a seguir los pasos de sus padres en parronales, packing, fábricas o incluso en los oficios artesanales. No sé ustedes, pero para mí eso es movilidad social, es ascender, crecer, desarrollarse.

Hoy la actual constitución está ‘desbloqueada’. Pueden realizarse todos los cambios o reformas que sean necesarias en el congreso, sin necesidad de una nueva carta magna. No obstante, por la paz social, por la unión y el reencuentro entre todos los chilenos, es obvio que resulta indispensable una nueva constitución que garantice derechos sociales, pero también libertades.

¡Nueva constitución! Punto. En 2023 se cumplirán 50 años del golpe de Estado y ya los chilenos estamos ‘chatos’ de seguir oyendo hablar de Pinochet.

Marco Antonio Juri, Licenciado en Comunicación Social. Periodista

La columna de opinión corresponde al viernes 2 de septiembre, antes del plebiscito.

La columna de opinión corresponde al viernes 2 de septiembre, antes del plebiscito.

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