Eliana Alejandra Acevedo Cataldo es asistente de párvulos y lleva ya trabajando 15 años en Liceo Bicentenario Cordillera, y está denunciando a través de Diario El Trabajo, acoso laboral que la tiene con licencia médica, todo por haber pedido junto a otra compañera, trabajo remoto en pandemia por tener hijos menores de edad.
Según indicó la funcionaria, cuyo caso no tendría relación con la suspensión que afecta al director por un sumario interno, «lo que me pasa a mí es que llevo 4 años de acoso laboral desde que empezó pandemia, todo porque junto a otra compañera pedimos trabajo remoto, por tener hijos menores de edad, no aceptaron. Ahí empezó todo y hasta la fecha me siguen enviando mensajes anónimos. Está la denuncia en la PDI, hay un sumario interno, está al tanto la directora de la DAEM, pero hasta el momento no se ha hecho nada, incluso yo fui a hablar con el jefe de personal, no recuerdo el nombre, para pedir mi traslado, pero hasta el día de hoy no me han dado respuesta».
– Usted está con licencia, hoy en día.
– Sí, estoy con licencia de marzo, porque en ese mes me amenazaron los hijos, uno va en segundo medio, otra en sexto y otra en kínder en el mismo colegio donde trabajo.
– ¿Amenazaron a sus hijos?
– Sí, en el mismo colegio donde trabajo asisten, me llegó un mensaje como en febrero, los primeros días, donde nosotros entramos a trabajar, que era sin niños, que yo no tenía que estar ahí, que a mi hijo le iba a pasar cualquier cosa si yo volvía a trabajar. Entonces yo decidí ir al doctor para ver la posibilidad que me diera licencia y cambiar a todos mis hijos de colegio, fue una decisión más que nada porque no quería seguir sufriendo el acoso, sin embargo…
– ¿En qué consistía el acoso ahí?
– Los acosos eran que nosotros éramos asistentes de párvulos, que no teníamos que estar ahí, porque yo soy de Los Andes, le quito el trabajo a otras personas. Otros mensajes, que yo me acostaba con el director, o por ejemplo con el inspector general que había antes, porque esto viene de la otra dirección, y amenazas que nos iban a pasar cosas a mí, a los hijos, indirectamente nos amenazaban todo el tiempo.
– ¿A otras personas más o solamente a usted?
– No, después amenazaban a una educadora de párvulo de ahí del colegio, y a otra asistente de párvulos. El agobio era todos los días, nos mandaban mensajes dos, tres veces por semana, hasta los fines de semana.
– ¿A través del WhatsApp y número desconocido, cómo era?
– Sí, salía el número, pero cuando nosotros hicimos la denuncia en la PDI, nos dijeron que no se podía hacer nada porque lamentablemente, como son mensajes anónimos, lo más probable es que ellos usen un teléfono con un chip para mandar el mensaje y después lo sacan, porque rastrear no se podía de ninguna manera, es la respuesta que nos dieron y en el DAEM también nos dijeron lo mismo, que no se podía hacer nada tampoco.
– Para clarificar, ¿esto está en conocimiento de qué instituciones?
– Primeramente nosotros seguimos el conducto regular, que es directivo; después tuvimos entrevista con la directora de DAEM, incluso están en conocimiento algunos concejales una vez, en una actividad en una población, se lo planteé a la alcaldesa, no tuve mucha respuesta, pero están todos al tanto de esta situación.
– Cuándo usted dice que lo planteó a la directora del DAEM, ¿es la actual señora Natalia Leiva?
– Sí, ella está al tanto.
– ¿Qué resolvieron ahí, qué les decían?
– Que no se podía hacer nada por el hecho de que estos eran mensajes anónimos. Yo pedí que me hicieran un traslado de colegio, porque llevo 18 años trabajando en el mismo establecimiento, nunca he tenido ningún problema por nadie, yo lo pedí porque es la única solución para esto, debido a que en estos momentos no puedo renunciar porque le pago la universidad a mi hijo, es mi único sustento que yo tengo, es mi trabajo, mi sueldo. Yo ya no aguanté más, me dio una depresión fuerte, incluso con pensamientos suicidas en ese momento de dejar una carta para que todos se enteren de la situación que está pasando, pero uno aterriza a veces y hace pensar que tiene hijos también, yo no puedo hacer eso.
– ¿Cómo se sentía cuando iba a trabajar?
– Me sentía pésimo. Mire, yo siempre he trabajado por vocación, usted sabe que el sueldo de la asistente de educación no es muy alto; yo gastaba mi sueldo prácticamente en venir de Los Andes a San Felipe, lo gastaba en pasaje, pero después ya este año no di más, me sentí mal, mi salud se fue… no sé.
– ¿Era todos los días?
– Todos los días, los mensajes eran tres veces por semana, nosotros llegábamos a la casa a las 10-11 de la noche, nos llegaban los mensajes de amenazas.
– ¿Su salud cómo está ahora?
– Yo ahora tengo una depresión.
– Pero anda en San Felipe, ¿por qué vino?, a una hora médica.
– Sí, vine por una hora al médico, porque me controlo por otra cosa en el Hospital San Camilo. Igual me habían encontrado crisis de ansiedad, todo eso, pero como nunca me había dado.
– ¿Qué espera usted con contarlo públicamente?
– Es que lo que pasa, que por el hecho de quedarnos callados, yo siempre me quedaba callada a lo que le mencioné anteriormente, pero al final no se ha hecho nada. Ahora no sé si la palabra será aprovecharse de esta ley Karin, pero quiero que se enteren, porque quiero no sé que me trasladen de colegio, lo que siempre he pedido, o por último llegar a un acuerdo, me despidan y buscar un trabajo en Los Andes y no saber nada más de acá, de este colegio, porque los últimos 4 años mi salud está mal debido a esto.
– ¿Hay más funcionaras en esta situación y no se atreven a denunciar quizás o no?
– O sea las denuncias están hechas por todas las que nosotros tuvimos reuniones con la directora de DAEM, las que estábamos involucradas, incluso en el sumario interno estamos, pero eso como usted sabe a veces no llega a nada, así es que no sé qué irá a pasar con eso.