- Documentos, postales y croquis aportaron en recuperar con fidelidad el diseño original de la fuente, que estuvo presente entre 1940 y 1997.-
Un trabajo silencioso, voluntario y profundamente motivado por el amor a San Felipe y su historia, es el que realizó el vecino Carlos Molina, quien aportó con documentos, fotografías y estudios propios para apoyar el proceso de restauración de la emblemática pileta de la Plaza de Armas.
El antiguo copón, que marcó por décadas el corazón de la ciudad, fue restablecido este año como parte de un proyecto municipal, y según relata Carlos, su participación fue clave en las etapas iniciales del diseño.
«Todo fue de manera voluntaria y nació de mi propia persona. Nadie me lo sugirió, fue mi vocación de aportar para que San Felipe sea un mejor lugar, sobre todo reencontrándose con su historia», contó Molina, quien también estudió Historia y ha desarrollado diversos trabajos de archivo sobre el patrimonio local.
En 2022, al enterarse del inicio del proyecto de recuperación de la pileta, decidió acercarse a la Secretaría de Planificación Comunal del municipio (Secpla) para entregar material visual y técnico sobre el antiguo diseño. Lo hizo de manera formal, a través del ingreso por la Oficina de Partes, para dejar constancia de su contribución.
«Escaneé las postales y las compartí al encargado de Secpla de ese tiempo. Le dije en palabras coloquiales: hagan un clon. Hasta el más mínimo detalle con su ornamento y su pilar. Las imágenes que estaban en redes no tenían suficiente resolución para estudiar la base o la altura», explicó.
Además de las imágenes, Carlos desarrolló croquis, investigaciones en terreno y hasta un estudio que permitió derribar mitos sobre la pileta, como la creencia popular de que estaba hecha de mármol. «Fui a la Biblioteca Nacional y encontré una nota del año 1997 de este mismo medio, Diario El Trabajo, donde se aclara que fue construida en hormigón armado. Esa era la prueba definitiva para terminar con el mito del mármol», afirmó.
Su aporte, dice, fue reconocido por varios funcionarios del municipio durante el desarrollo del proyecto, aunque reconoce que esperaba una mayor visibilidad pública durante la inauguración. «La idea era que además de hablar las autoridades, se me diera un espacio para entregar unas palabras al público. Pero me dijeron que por protocolo no sería posible», recordó.
Carlos insistió en que su motivación fue siempre poner en valor la memoria histórica de San Felipe, y destaca la importancia que los municipios consideren y visibilicen el trabajo de los ciudadanos que, como él, colaboran desde el anonimato.
«Cualquiera puede hacer una buena contribución. No se necesita un título, solamente se necesita talento, vocación, pasión», señaló. «Si realmente dicen ser un municipio abierto y participativo, que realmente lo cumplan. Y que a quienes aportan, no los dejen en el anonimato», sostuvo.
El caso de Carlos Molina no solo refleja el compromiso de un ciudadano con el rescate patrimonial de su comuna, sino que también plantea una reflexión más amplia sobre el rol que tienen las personas comunes en la construcción de la identidad local. San Felipe, como tantas otras ciudades, se forja también con las manos y la memoria de quienes la habitan.
Y es justamente ese trabajo silencioso, muchas veces fuera del foco institucional, el que permite que el pasado no se pierda, sino que se transforme en un legado vivo para las futuras generaciones.


