- La enfermedad afecta a cualquier canino, incluyendo perros o zorros.-
El pasado fin de semana PathosVet, patología y laboratorio veterinario, presentó a la XXIV reunión de la Sociedad Chilena de Patología Clínica Animal (Schpca) los resultados de la investigación a una reciente enfermedad canina detectada por primera vez en el Valle del Aconcagua: Hepatozoonosis canis, la que se encontró en un perro vago de Los Andes.
El doctor Manuel Osses, médico veterinario, docente de la Universidad Aconcagua y director del laboratorio, explicó que la Hepatozoonosis canis es una enfermedad parasitaria transmitida por la ingesta de una garrapata infectada, no por la picadura.
Aclaró que los síntomas varían según el estado de salud del animal: «en un perro competente no va a generar mayores complicaciones y uno lo puede hallar en un estudio de rutina. Tiene signología clínica altamente inespecífica, letargo, un poco de anorexia, que no quiera comer.
«Son signos bien inespecíficos, pero sí se pueden ver exacerbados en pacientes que sean cachorros o más viejitos, así también en cualquier otro tipo de patología que sea conjunta, por ejemplo, un perrito que sufra de Erliquiosis, que es otro hemoparásito que sí está presente en la zona, si se juntan ya las consecuencias pueden llegar a ser muy graves, incluso mortales».
Respecto a la investigación que detectó la presencia de este parásito en la zona, el doctor relató que «esto partió en el mes de noviembre de 2023 y es un paciente que ingresó a consulta en la clínica veterinaria AlfaVet que se encuentra en Los Andes. En esa clínica la doctora Medina recibió al paciente, que era un perrito que estaba en muy malas condiciones, muy flaquito, casi no comía nada.
«La doctora decidió enviarnos unas muestras para que la ayudáramos en el diagnóstico y también le pidió a la doctora Urbina, imagenóloga con la que ellos trabajan, que le hiciera una ecografía completa.
«Dentro de todo lo que se encontró, lo que nosotros pudimos aportar es que se encontró los gamontes protozoarios dentro de las células blancas del perrito.
«El tema no es que tenga este bicho, el tema es que no estaba presente hasta el año 2016 en Chile, cuando el doctor Pérez lo describió por primera vez en Viña del Mar. En la zona del Valle del Aconcagua nunca se había descrito, (…) entonces hicimos un PCR para conocer la especie (…) teníamos que hacer un estudio molecular para dar con el nombre del patógeno, en eso resultó positivo a hepatozoon canis».
Lo preocupante, enfatizó Osses, es que el perro estaba infestado con garrapatas y como era callejero, podía ser un riesgo de contagio para otros caninos: «este patógeno viaja en las glándulas salivales del perro, pero no lo infecta cuando lo pica, lo infecta cuando se rasca y se come la garrapata. Eso es lo que lo hace complejo, las garrapatas pueden estar en cualquier lado, las encontramos a veces en las murallas caminando, en el pasto.
«En estricto rigor yo puedo ser muy preocupado de mi perro, de mantener un muy buen control de estos ectoparásitos, pero basta con que él en el ambiente se coma una garrapata que esté infectada por hepatozoon y se va a enfermar de Hepatozoonosis».
Al momento de detectar la enfermedad, el doctor Osses explicó que antes de comenzar un tratamiento en el perro, se debe identificar a qué tipo de hepatozoon corresponde, «después en la clínica cuando el médico veterinario recibe el informe del patólogo del laboratorio con el diagnóstico, se comienza un tratamiento con un antiprotozoario (…) pudiendo comenzar con una remisión de los signos y una mejoría importante.
«De hecho, eso ocurrió con el paciente que nosotros estudiamos, él recibió la dosis de este antiprotozoario y logró una mejoría importante en unos pocos días. El problema es que ese antiprotozoario es muy caro, entonces comprendiendo las condiciones de vagancia del perrito, las personas que lo intentaron auxiliar no contaban con todos los medios para un tratamiento tan largo y costoso. Eso lo complicó en demasía y el perrito no pudo continuar.
«Él no falleció solito, fue atendido hasta su último momento».
Además, añadió que en el año 2022 se reportó la presencia de esta enfermedad en zorros de distintas regiones del país: «ahí tenemos otra posible arista del patógeno hacia la vida urbana. (…) También es complejo porque pone en riesgo la vida silvestre de los zorros endémicos».
Por lo mismo, precisó que se están desarrollando herramientas diagnósticas para acercarse a los pacientes caninos, tanto salvajes como domésticos. Además, dejó el desafío de generar investigaciones para estudiar la prevalencia e incidencia de la enfermedad en la zona.
Como medidas de prevención mencionó el control de las garrapatas en la superficie del perro, también en la atención en el paseo, debido a que la enfermedad es transmitida en la ingesta de estos arácnidos.
También hizo hincapié en el criterio al momento de llevar a los perros a espacios rurales, siendo responsables con las deposiciones del animal para no afectar a la fauna endémica.
«Terminamos llevando a estos zorritos que tienen un bajo riesgo de exposición a un alto riesgo porque decimos: como es un espacio abierto dejamos las caquitas del perro, no importa que orine, no importa que aquí se le caigan las garrapatas, pero en estricto rigor sí porque todo eso va a entrar en contacto con la fauna silvestre y les va a permitir estar expuestos a un patógeno por el que desarrollarán enfermedades nuevas», cerró.
Jacqueline León Córdova