Además sobrevivió a dos Covid:
Marianela Apablaza Olivares tiene 54 años de edad, de los cuales tres prácticamente los pasó hospitalizada a la espera de trasplante de sus dos pulmones por padecer de una fibrosis fulminante, y ese ‘ángel donante’ (como lo llama ella) finalmente llegó y hoy se encuentra en su casa ubicada en Pasaje Las Violetas de Población El Esfuerzo, con sus dos nuevos pulmones, siendo recibida como una ‘Heroína’ por sus vecinas.
– Sus vecinas dicen que usted es su ‘heroína’, ¿se cree así?
– En parte, sí. Luché contra dos Covid, un virus sincicial, un trasplante, el cual se complicó, tuvieron que ponerme ECMO, que son unos fierros, me tuvieron que intubar, salí y me dio la influenza y aquí estoy.
– Pero su historia comienza hace tiempo, un año hospitalizada en el San Camilo y otros dos en Santiago ¿Cómo fue el inicio?
– Mira, en el año 2017 yo me hice un scanner porque tuve una operación antes, me mandaron a hacer uno milimetrado. En eso me salió que mis pulmones estaban malos. Yo trabajaba en minería, nunca tuve un problema para trabajar, y era porque me faltaba oxígeno. Me mandan a Santiago a una interconsulta y me dejan allá por 40 días, porque querían investigar lo que tenía, y el diagnóstico fue una fibrosis fulminante. El doctor me dio tres meses de vida y hasta hoy estoy aquí.
– Cuando le dicen «te quedan tres meses de vida», ¿qué pensó usted?
– Disfrutarlos, lo único que hice fue disfrutarlos.
– Pasaron los tres meses y seguía viva, ¿qué pasó ahí?
– Empecé el tratamiento en Santiago, en el Hospital del Tórax, en conjunto con San Felipe, hasta que fui empeorando y tuvieron que colocarme a una máquina que se llama CNAF (Cánula Nasal de Alto Flujo) y esa me tomó el hospital y quedé hospitalizada.
– ¿Cómo fue esa parte cuando tenían que trasplantarle el pulmón?
– Ahí me pasaron altiro al programa de trasplante para los dos pulmones que estaban malos. Había que esperar ser paciente, tenía harta fe, esperanza y hacerse el ánimo nomás, porque al menos estabas respirando con la máquina que tenía. Ahora me siento súper rara sin la máquina, porque te acostumbras a tenerla ahí en la nariz.
– Usted estaba conectada a esa máquina y si la desconectaban en palabras simples, ¿se moría?
– Sí, así de simple.
– ¿Cuánto tiempo estuvo conectada con esa máquina?
– Dos años.
– ¿Cómo lo hacía por ejemplo para ir al baño?
– No, todo ahí al lado de la cama, nos llevaban baños portátiles y la chata. Para bañarse nos llevaban lavatorios con agua caliente y ahí hacías todo al lado de tu cama.
– Llega la hora de que va a ser trasplantada, ¿cómo fue ese momento?
– Lo esperábamos con ansias y rogábamos a Dios todos los días.
– Que apareciera alguien y fuera compatible.
– Sí, mira también le doy gracias a mi ‘ángel donante’ y a su familia que me regaló los pulmones, que ahora estoy viva y puedo respirar sola.
– ¿Usted sabe quién es su donante o es anónimo?
– No, son anónimos.
– ¿Cómo fue ese momento cuando le dijeron?
– Feliz, feliz. Lo primero que hice fue llamar a mi hermana, que ella es mi ángel guardián, le avisé y no caía en mí que había llegado mi regalo.
– Pero ahí le dijeron: «oiga, tenemos un donante». ¿Cómo fue esa parte?, cuéntenos, se despertó, fue en la tarde, en la mañana.
– En la mañana, despierta, muy temprano en la mañana, los procedimientos empiezan cinco y media a seis, así es que me avisaron como a las siete más o menos que habían unos pulmones para mí, que faltaba solamente un registro, pero el 100% eran para mí, así es que tenía que prepararme.
– Qué dijo ahí.
– Lo primero que hice fue llamar a mi hermana.
– Ahí vino la intervención, todo eso.
– Mira, ahí te hacen como un ceremonial que te llevan, nos sacamos fotos y cuando entré a pabellón yo me encomendé a Dios, le dije: «Señor, si me vas a dejar aquí, sáname; si es tu voluntad de llevarme… llévame, pero no me des dolor». Yo le temo mucho al dolor porque ya es mucho lo que he sufrido con los dolores y de ahí ya no me acuerdo más. Me operaron, me intervinieron nuevamente, yo al mes vine a reaccionar, me empezaron a bajar las dosis de medicamentos y vine a reaccionar al mes, pero ahí igual veía enanitos por aquí por allá. Como anécdota te cuento, le compré una camioneta a mi hijo con cash, con billetes y que conté un millón doscientos en billetes, que se reían las enfermeras porque los iba contando y conté un millón doscientos, una camioneta roja.
– ¿Cómo, tenía la plata usted?
– Noo, era mi mente, mi imaginación que yo le había comprado una camioneta roja a mi hijo.
– Pasó el tiempo y ya le tenemos acá en casita.
– Estaba bien, quedé de la UCI 1 pasé a la 2 y de ahí me llevaron a la UTI, ahí esperando, sacada de puntos, de corchetes, porque tengo muchas marcas de guerra, porque como estuve sometida al esmo, que son unos fierros que te colocan, te meten, por aquí me metieron uno. Desperté y estábamos sanando y sacando puntos.
– Hoy día ya está en su casa.
– La semana pasada debería haber estado acá, pero yo llevaba tres días con tos y mi kinesiólogo llega y me dice «tuve que hacerle un PCR porque encuentro raro», me lo hacen y tengo influenza.
– Eso demoró el traslado para San Felipe.
– Me demoró, entre el sábado y domingo lo pasé muy mal porque fue el peak de la enfermedad, el lunes amanecí bien y hoy día (miércoles) estoy acá.
– Esta parte es dura, pero cómo hizo con la parte económica, ¿o todo esto está cubierto?
– Todo esto está cubierto.
– No tuvo que hacer bingos, rifas, completadas.
– Gracias al Señor, no, pero sí muchos amigos me colaboraron, regalaban, depositaban.
– Para que se mantuviera
– Sí.
– ¿En qué hospital estuvo usted o clínica?
– Yo estuve en el Hospital del Instituto Nacional del Tórax.
– ¿Pensó que iba a estar hoy día aquí o que iba a salir de allá?
– Tenía sentimientos encontrados, porque hice familia allá, los chicos me decían mami, otros, tía Mari, y las enfermeras que éramos tú a tú, porque como yo tengo 54 años y ellas eran más jóvenes, hice muchas y muy buenas amistades.
– Cerrando y agradeciendo a la gente, no sé, ¿de quién se acuerda en estos momentos?
– Mira, al equipo médico del Hospital San Camilo, medicina general, que ellos me tenían una ‘suit’, me decían, porque me tenían una habitación aislada para mí. A los kinesiólogos que me apoyaron mucho, porque cuando me dio el covid se me deformaron los pies y ellos me enseñaron a caminar nuevamente, a ordenarme. Y después el Hospital del Tórax, estoy más que agradecida porque gracias ellos estoy viva.
– Una reflexión final
– Con la bendición de Dios estoy viva, agradezco el apoyo de mi familia, de mi hermana, que es la principal porque ella fue mi talón de Aquiles que estuvo ahí conmigo en las duras y en las maduras, y al equipo médico que me ayudaron a salir adelante.
– A ‘Juanito’ que la trajo en el auto municipal.
– Sí, agradecer también a la municipalidad que me facilitó el auto.
Destacar también a un grupo de señoras de la Población El Esfuerzo que realizaban cadenas de oración para pedir por su vecina Marianela.