Gracias a venta de empanadas educaron a sus hijas que hoy son profesionales

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La emotiva historia del ‘Chaparrero de San Felipe’ y su esposa Ingrid:

Juan Antonio Ahumada Aranda, así se llama el ‘Chaparrero de San Felipe’, quien junto a su esposa Ingrid Vergara, a costa de vender empanadas en la vía pública educaron profesionalmente a sus dos hijas, Yaritza Yesenia y Estefanía Constanza, fonoaudióloga y psicóloga, respectivamente.

Esta es una historia de sacrificio porque Juan e Ingrid lo dieron todo por entregar una educación a sus hijas, para que vivieran una vida más acomodada de la que ellos tuvieron.

Quisimos entrevistar al ‘Chaparrero’ porque supimos por ahí que tenía una hija profesional, lo que ya era bastante meritorio; sin embargo, cuando nos pusimos de acuerdo para realizar la entrevista, nos sorprendió al aclararnos que tenía dos hijas, ambas profesionales.

Es por eso que no podíamos dejar de contarles esta historia, y este martes frente a su carro conversamos largamente.

«Aquí llevamos 20 años vendiendo, y de los veinte años educamos a las niñas vendiendo empanadas, solamente vendiendo empanadas afuera del supermercado Santa Isabel en calle Merced y con eso le dimos educación a las niñas. Tuvimos percances, estuvimos ‘apretaditos’, siempre ajustándonos porque tuvimos que arrendar departamento en Santiago para que las niñas pudieran estudiar ahí. Estuvimos los 7 años bien apretados y vendiendo solamente las empanadas. Bueno que dentro de esos años también mi señora tuvo que estar acá en el carrito vendiendo empanadas, y yo tuve que reforzar e ir a trabajar a una bomba de bencina donde están los colectivos de la línea 1, allá estuve trabajando como un año más o menos para poder juntar y pagar los arriendos de los departamentos y darles para que pudieran vivir dentro de los años que estuvieron estudiando. Así es que ahí estuvimos bien apretaditos, ahora gracias a Dios ya van dos años que las niñas salieron de la Universidad y ya están ejerciendo. Ambas ya tienen su pareja y trabajando en Santiago.

Oiga señora Ingrid, uno ve venta de bebidas, empanadas, chaparras y dos hijas profesionales universitarias; o sea, se puede.

– Sí, se puede, con harto esfuerzo porque nos hemos sacado la ‘miéchica’ trabajando; o sea, siempre pensando que las hijas tienen que ser algo mejor, dándole un futuro mejor, que no pasen las necesidades que uno pasa. Así es que si uno se propone una meta, se cumple, si uno es perseverante las puede cumplir.

Hoy día qué siente usted como madre al ver a las dos profesionales.

– Orgullo, un orgullo enorme, o sea eso es impagable, verlas a ellas ejerciendo sus profesiones, las que ellas eligieron, para mí es un orgullo enorme.

¿Qué les dicen ellas, son hijas agradecidas como se dice?

– Sí, son bien agradecidas, no tengo nada qué decir, muy cariñosas, no hay que dudarlo; o sea, ellas vienen cuando pueden venir, vienen, están acá, para nosotros todavía son nuestras bebés, aquí cuando ellas viene son todo.

Como decía su marido, harto sacrificio, usted aquí invierno o verano con lluvia o sin lluvia.

– Sí, mientras ellas estuvieron estudiando, sí, sacándonos como dicen la ‘miéchica’ aquí, poniendo el hombro, pero había que sacarlo, salir adelante porque teníamos compromisos, pagar universidad. Porque al principio la mayor no tuvo gratuidad, nada de nada, entonces teníamos que pagar todo. Así es que los primeros años fue bastante duro, porque teníamos que pagar pensión, mensualidad, todo.

¿Cómo eran esos días, preocupados?, porque usted sabe que las cuentas no esperan.

– No, no esperan. Trabajábamos todo el día, llegábamos a las 11 de la mañana y mi señora se iba a las 3 y yo seguía en la tarde hasta las 9-10  de la noche -dice Juan.

«Yo llegaba a las 6 a seguirle ayudando. Así es que no, era todo el día, él iba a buscar más empanadas y nos veníamos, era todo el día acá», señala Ingrid.

Sus hijas como estudiantes aprovecharon la oportunidad, no se la farrearon como se dice.

– No, porque por ejemplo mi hija, la más chica, siempre tuvo la beca Presidente de la República y salió con ella; o sea, sus notas las mantuvo, de la universidad salió con un 6,8 entonces no puedo decir que se farrearon, la mayor tampoco.

En la interna de ustedes, como marido y mujer, ¿qué se conversa en esos momentos cuando están por venir las fechas de las cuotas, hay que pagar esto, quizás no estuvo la plata?

– Hay que conversarla, buscarla de algún modo, por ejemplo aquí se buscaba, venía el día de la mamá y trataba de hacer algo para aumentar un poco las ventas, traía algo de la mamá, tener algo extra (…). Por ejemplo los meses de diciembre trabajaba aquí y tenía un puesto en la feria de los juguetes, trabajaba aquí todo el día, yo no llegaba a la casa hasta las 10 de la noche… me iba de aquí a la feria del juguete. Lo que hacía en diciembre era exclusivamente para pagar matrículas.

Para finalizar y agradecerles, ¿qué reflexión pueden hacer de haber logrado tener dos hijas profesionales?

– ¿De haber sacado dos profesionales?… sí, orgullosos, y de ver que hemos llegado lejos, de haber empezado sin nada prácticamente y tener dos hijas profesionales, obviamente que uno se siente orgullosa.

Los nombres completos de ellas.

– Yaritza Yesenia Ahumada Vergara, la mayor que es fonoaudióloga, y Estefanía Constanza Ahumada Vergara, que es psicóloga.

Ambas trabajando en Santiago, ¿en algo estable?

– Claro, la mayor que es fonoaudióloga aún está haciendo cosas en forma particular, porque todavía algo estable aún no le sale, pero sí ella no se ha quedado y sigue haciendo sus cosas, porque ella también hizo un curso de lavado de oídos  e incluso aquí en San Felipe, en la Villa El Señorial, ha hecho operativos dentro del sector a un precio más económico.

Una reflexión final.

– Hay que seguir luchando, ahora ya están tituladas así es que nosotros estamos viendo para salir a pasear un poquito -dice Juan, padre.

– La reflexión es que si uno se propone metas, se pueden cumplir –concluye Ingrid, la madre.

Y pensar que de acá parte todo, del carro de venta de empanadas.
Y pensar que de acá parte todo, del carro de venta de empanadas.
Juan e Ingrid junto a su hija Yaritza (al centro) con su título de fonoaudióloga en sus manos.
Juan e Ingrid junto a su hija Yaritza (al centro) con su título de fonoaudióloga en sus manos.
Los orgullosos padres junto a su hija Estefanía con su título de psicóloga.
Los orgullosos padres junto a su hija Estefanía con su título de psicóloga.

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