Domingo. 05:02 horas: Un fuerte dolor en la zona inferior derecha del abdomen me despierta repentinamente. Giro de costado; me acuesto de espalda; adopto posición fetal; pero todo es inútil. El dolor no se va, al contrario, aumenta lenta pero sostenidamente.
Cinco minutos después estoy en el baño, intentando expulsar aquello que me está causando este malestar. Pero es en vano. El dolor está ahí, creciendo en forma constante, mientras un sudor frío recorre mi cuerpo.
La angustia y la desesperación comienzan a apoderarse de mí. ¿Qué diablos me está pasando? Por la ubicación, la primera sospecha es el apéndice. San Google ayúdame. Síntomas y descripciones vagas concuerdan en parte con lo que siento, pero no ayudan en realidad a apaciguar el dolor que sigue aumentando, al punto que no puedo contener los quejidos, mientras una ola interminable de espasmos se apodera de mis extremidades.
Como en una novela de Kafka, las cosas no mejorarían, solo se pondrían peor. Al dolor intenso, el sudor frío y los espasmos, se unen las náuseas y el vómito, abundante vómito. A eso de las siete de la mañana ya es imposible seguir esperando que algún milagro se lleve el malestar. Hay que ir a urgencia… ¿Urgencia? ¡Qué espanto! ¿Para que me hagan esperar 4 ó 5 horas?… Es lo que hay no más cabrito.
Ya en el servicio de urgencia, ese lugar al que todos hemos ido alguna vez, otrora refugio y amparo del Pueblo, me llama la atención lo vacío que luce la sala de espera; qué suerte, solo dos personas que, aparentemente, esperan a algún familiar al que están atendiendo. En la ventanilla las consultas de rigor y luego a categorización, donde hay que esperar a la enfermera que está quién sabe dónde, pero no en su puesto. Con la misma indiferencia con que entra a la habitación, anota los datos que le entrega la alumna de enfermería. Me asigna categoría C, que según entiendo son como 2 ó 3 horas de espera por protocolo; o sea, no importa si Urgencias está vacía: hay que esperar esas 2 ó 3 horas porque esas son las instrucciones del ministerio (puedo estar equivocado, pero entiendo que así funciona el sistema). Me paro, camino a la salida y escucho que pronuncian mi nombre: Más suerte. ¡Cuánta alegría! Son solo segundos de espera.
Ya en el interior diviso al Dr. Cristian Beals. ¡Qué bueno!, pienso. Este tipo es seco, certero, tiene fama de ser capo, por lo visto es mi día de suerte. Me observa con ojo crítico, mi forma de caminar, mi semblante. – ¿Qué pasó? -me pregunta.
– Desperté a las 5 con un fuerte dolor acá (cuarto inferior derecho del abdomen) y me preocupa que pueda ser apendicitis.
– No es apéndice. Es un cálculo. -me responde.
– ¿Seguro? -pregunto incrédulo, pese a estar frente a un dios de la sociedad moderna.
– Sí, la apendicitis nunca empieza con dolor fuerte. -remata esta eminencia de la medicina.
Suero con ketoprofeno y el dolor por fin emprende la retirada.
Cuento corto: Estuve en el servicio de urgencia un fin de semana, con la sala de espera vacía, me atendieron en solo segundos, aliviaron mi dolor en minutos y me recibió un médico de excelencia, con excelente trato humano… Demasiada buena suerte, demasiadas coincidencias. Preguntando por ahí supe que los turnos del Dr. Beals son así, se atiende en forma rápida, eficiente, humana, profesional. Un médico con ética y vocación que se pasa por ahí el sistema de categorización, que no acepta que las personas sean sometidas al trato humillante y vejatorio ideado por el Estado de Chile para desincentivar la asistencia de la gente a los servicios de urgencia. Sin duda una vergüenza para un país que cacarea su seudo desarrollo, que emprende revolucionarias reformas en aras de la igualdad, que aumenta los impuestos, pero que no es capaz de calmar el dolor y el sufrimiento de un pueblo.
Gracias Dr. Beals, gracias por su vocación, por su sentido de la ética, por su rigurosidad, por su compromiso y por respetar su juramento. Profesionales como usted hacen falta en este país y son modelos a imitar por sus colegas.
Marco A. Juri

La foto de archivo muestra la imagen clásica del servicio de urgencia repleto de pacientes, situación generada artificialmente por el sistema de categorización. Esto no ocurre en los turnos del Dr. Christian Beals, quien atiende en forma inmediata a los pacientes, ignorando la categorización. Bien.

La foto de archivo muestra la imagen clásica del servicio de urgencia repleto de pacientes, situación generada artificialmente por el sistema de categorización. Esto no ocurre en los turnos del Dr. Christian Beals, quien atiende en forma inmediata a los pacientes, ignorando la categorización. Bien.

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Domingo. 05:02 horas: Un fuerte dolor en la zona inferior derecha del abdomen me despierta repentinamente. Giro de costado; me acuesto de espalda; adopto posición fetal; pero todo es inútil. El dolor no se va, al contrario, aumenta lenta pero sostenidamente. Cinco minutos después estoy en el baño, intentando expulsar...