Juan Reyes, vecino que denunció en Radio 10 y Diario El Trabajo estas anomalías operativas, parado en medio de lo que hasta el verano de este año era su balneario, una poza construida con mucho sacrificio y después de sortear miles de obstáculos... Una inversión de 200 millones de pesos que desaparecieron por culpa del canalón... ¿Y quién le responde a él? Nuestros senadores tienen la palabra...

Juan Reyes, vecino que denunció en Radio 10 y Diario El Trabajo estas anomalías operativas, parado en medio de lo que hasta el verano de este año era su balneario, una poza construida con mucho sacrificio y después de sortear miles de obstáculos… Una inversión de 200 millones de pesos que desaparecieron por culpa del canalón… ¿Y quién le responde a él? Nuestros senadores tienen la palabra…

Cuando se anunció en noviembre de 2011 que, tras la visita del Ministro Laurence Golborne, se emprendería una obra de unos 40 kilómetros de largo y que llevaría agua del Río Aconcagua desde la primera a la tercera sección, nadie dimensionó su costo económico, ni ecológico, ni social. Así, cuando la Gobernadora Patricia Boffa comunicó que se trataba de un canal que tendría un costo de 450 millones de pesos y que ayudaría a varios regantes para optimizar el recurso hídrico, a nadie pareció importarle mucho, salvo por algunos detalles. En primer lugar no habría ningún beneficiado entre Llay Llay y Curimón. En segundo lugar, no costaría $450 millones sino la humillante cifra de $4.500 millones, y lo que es peor, en su trazado se arrasaría con miles de árboles y arbustos, se secarían humedales, se afectaría casas y centros turísticos y lamentablemente se destruiría espacios en los que hasta hace poco, existían ranas, sapos, peces y miles de insectos, en perfecto equilibrio a pesar de la sequía que afecta a la zona.

EL PROBLEMA

El ‘apurado’ proyecto se trazó mientras en la zona se había decretado ‘Zona de escasez hídrica’ y formaba parte de una serie de medidas en las cuales el MOP invirtió 12.651 millones de pesos para afrontar la sequía desde octubre de 2012 a abril de este año. De ese total, 7.561 millones de pesos restantes se ocupan para afrontar la escasez de agua para riego, y en esa parte se destinan los $4.500 millones para los trabajos de canalización de las aguas. El proyecto contempla unos 44 kilómetros de intervención de la cuenca del Aconcagua y avanza desde Curimón hasta el puente El Rey en San Felipe, por un canalón de concreto de manera superficial, mientras que, desde el puente hasta Hijuelas, las aguas canalizadas deberán hacerlo en una tubería de unos 2 metros de diámetro, la que pasa entre el río y la Ruta 60-Ch.

Esta idea fue promovida desde un comienzo por los senadores Ignacio Walker y Lily Pérez San Martín, quienes en su momento apoyaron al unísono al entonces Ministro de Obras Públicas, Laurence Golborne y al Intendente Raúl Celis, quienes anunciaron la ‘intervención del Río Aconcagua para permitir asegurar el agua en los terrenos agrícolas de Quillota, Limache y Olmué’.

Al mismo ritmo, todas las autoridades locales, incluídos los alcaldes Luis Pradenas; Boris Luksic; el exalcalde Jaime Amar y la Gobernadora Patricia Boffa, aceptaron sin pudor esta medida que intervenía por primera vez las aguas del Río Aconcagua, yendo contra la naturaleza propia de la zona y saltándose más de 40 kilómetros de una sección a otra.

 

DRAMA ECOLÓGICO

Como toda intervención humana a un afluente natural, los efectos no tardan en aparecer, mucho menos cuando se hace con un decreto apurando por detrás, y la empresa encargada de realizar los trabajos no tiene muchas exigencias que cumplir en el respeto al hábitat que intervendrá. Don Juan Reyes, propietario del Balneario Aguas Santas, es uno de los testigos directos del daño provocado por las máquinas que han trabajado durante cuatro meses hiriendo la tierra con una zanja de cuatro metros de profundidad y varios kilómetros de largo.

«Acá, uno caminaba debajo de la sombra de los árboles, caminaba descalzo por los humedales de aguas puras donde se criaban sapitos, ranas y miles de peces pequeñitos», nos dice mientras camina por la actual aridez del empedrado sendero que dejaron las máquinas al pasar. No es muy difícil ver los cientos de árboles arrasados por el desprecio de un proyecto que en nada ha aportado a nuestra zona. Sauces chilenos y del blanco, maitenes, maquis y otras especies que incluso son protegidas por nuestra legislación, desaparecieron del lugar en que estaban hasta no hace mucho.

«Por debajo de este terraplén de piedras pasa el famoso tubo», apunta Juan y nos señala a una especie de camino que quedó apisonado en paralelo al curso actual del Río Aconcagua. «Da impotencia ver lo que hicieron. En este otro sector había árboles hermosos que yo mismo planté, la gente venía acá y se colocaba bajo las sombras. Los niños se armaban redes pequeñas y atrapaban peces chicos. Esto estaba lleno de vida y mire ahora, pasaron las máquinas y el agua parece que escurrió por la zanja que hicieron», prosigue Juan Reyes.

«Nosotros hicimos un esfuerzo gigante para armar acá un espacio para los turistas que visitan la zona, trabajamos como familia, conseguimos todos los permisos, y ahora me cortan los brazos… no sé qué hacer», concluye con un gran sentido de frustración.

 

IRONÍA DEL TIEMPO

Su balneario ya no tiene agua y los árboles se están secando. Como mudo testigo del daño provocado, un letrero cuelga de un sauce seco con la leyenda ‘Peligro, aguas torrentosas’, en un lugar en el que ya no hay una gota que riegue los juncos, totora o maitenes. Siguiendo río abajo, no es difícil ver el mismo panorama y contando desde Curimón hasta el sector de Lo Campo, suman más de 2.000 árboles y arbustos arrasados.

El daño ya está hecho, y los pobladores afectados claman por medidas de contención para que la situación no siga empeorando, hacen el llamado a los mismos senadores Ignacio Walker y Lily Pérez para que visiten el lugar y vean lo que autorizaron. Lo mismo pide a la Gobernadora Patricia Boffa. Cuentan que ya hablaron con el Alcalde Luis Pradenas y Patricio Freire, pero que no hicieron nada para intervenir, ahora piden ayuda a la comunidad para enfrentar «este daño ecológico que nos afecta a todos».

Queda muy poco tiempo para que la empresa encargada de las obras de este proyecto logre conectar el canal de superficie con el tubo kilométrico que se llevará el agua a las provincias de Quillota y Marga Marga, «cuando eso suceda, lo más probable es que ya no veamos a quién reclamarle esta situación. Por eso tenemos que atajarlos antes, para que reparen en algo el daño, reforestando lo que destruyeron», es lo que señalan los vecinos afectados, a la espera de que alguien oiga su clamor.

Pedro Muñoz para Diario El Trabajo.

 

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Cuando se anunció en noviembre de 2011 que, tras la visita del Ministro Laurence Golborne, se emprendería una obra de unos 40 kilómetros de largo y que llevaría agua del Río Aconcagua desde la primera a la tercera sección, nadie dimensionó su costo económico, ni ecológico, ni social. Así,...