Claudio Ulises Castillo Vergar2a es un vecino del sector de El Asiento, en la actualidad tiene 51 años y vive una vida relativamente normal, pero eso no siempre fue así. A la edad de 37, sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que lo mantuvo ocho años postrado, dejando como secuela su lado izquierdo con problemas de movilidad. Según sus palabras, Dios le dio una nueva oportunidad al empezar desde cero.
Ayer lo encontramos caminando en el Terminal de Buses de San Felipe y accedió a contarnos su historia. Acá la conversación:
– ¿Sufriste un accidente cerebro vascular?
– Sí, estuve postrado ocho años en una cama.
– ¿Cómo fue esa situación?
– El tema es que yo trabajaba mucho y dormía poco. El doctor me dijo que podría haber sido del estrés y era bueno para la jarana, los asados. Llegó un día saliente de un turno de nochero, estoy en la ducha y caí; no me paré más, estuve todo el día botado hasta que me encontró mi pareja, tipo 9 de la noche; desde las 8 de la mañana.
– ¿De ahí qué pasó?
– Caí al hospital, me llevaron a Urgencias, en la UTI. Estuve como tres años hospitalizado.
– ¿Pero consciente?
– Sí, consciente, no tenía movimiento… la pura vista nomás y postrado en cama nada más, no podía moverme nada.
– Oye estuviste ocho años postrado en cama
– Sí, estuve tres en el hospital y el resto en la casa.
– ¿Cómo fueron esos años?
– Mal, fue complicado, puras ganas… no quería vivir. Con el apoyo de mi familia y mi mamá tiré para arriba y un amigo. Al final, tenía miles de amigos, pero eran por la pura plata nomás; me enfermé, quedé solo y gracias al apoyo de mi familia salí adelante. Ahora, me considero una persona autosuficiente, vivo solo, me tengo que hacer todas las cosas yo mismo; igual mi familia me ayuda.
– Nos decías que trabajaste en la mina
– Sí, trabajé con la empresa china que estuvo acá en Bellavista, en la minera de los Amar. Yo trabajé doce años con ellos, fui dirigente sindical; formamos sindicato, porque cuando recién llegó la empresa, había que andar almorzando arriba de los montes e irse caminando. A los dos años, nosotros les formamos un sindicato y cambiaron todas las cosas, más regalías, se mejoró la calidad y ya teníamos casino y almorzábamos sentados, porque antes teníamos que andar almorzando debajo de los montes, igual que los indígenas.
– Oye Claudio, ¿qué lección sacas de todo esto?
– Que Dios me dio una nueva oportunidad. Nací de nuevo, porque prácticamente tuve que empezar de cero, saber vestirme. Por ejemplo, lloraba para ponerme un calcetín, un pantalón para abrochármelo, estaba una o dos horas y lloraba. Eso es desesperante para la persona que era activa. Yo jugaba a la pelota todos los domingos; es complicado, hay que tener como se dice, cojones para salir adelante.
– ¿Fuerza mental?
– Mental sobre todo, porque usted sabe que la mente es mala, hay momentos que lo llega a dominar a uno. Gracias a Dios me metí en eso, donde mi objetivo era alentarme, porque a la final tenía hijos, niños chicos todavía. Así es que gracias a Dios ahora estoy bien, a pesar de la pensión que tengo que es una miseria digo yo, porque es para la risa.
– ¿De cuánto es?
– (Son) 198 mil pesos, y me descuentan para mis dos niños chicos, porque yo tengo tres, y me dejan con 50 mil pesos. Imagínese, ¿qué va a hacer? Pago la luz, el agua y quedo mirando para el lado.
– ¿Cómo vives, tienes algún emprendimiento?
– Sí, mire, como vivo para el sector de El Asiento y mi papá tiene propiedades, terreno, serranía, así es que yo voy al cerro, saco tierra de hojas y en eso me doy vuelta vendiendo… tierra de hojas.
– ¿Con eso subsistes?
– Con eso tengo que subsistir y con el apoyo de mi familia; mamá, hermano que quedó, porque perdí a un hermano por el mismo problema mío. No se cuidó y falleció como tres años atrás. Después, siguió mi papá y así puras desgracias en la familia, pero igual hay que tirar para arriba.
– ¿Dónde comercializas la tierra de hojas?
– Yo la publico en mi ‘face’ (Facebook) y gracias a Dios tengo harta clientela, me da, por lo menos, para pagar el panadero todos los días.
– Para cerrar y agradecerte, una reflexión final de todo lo que ha sido tú vida
– A veces digo que esta enfermedad sirvió para mucho, para ver la clase de amigos, porque a veces uno jura que los amigos… y al final no lo son, porque imagínese; trabajé con los chinos donde gané plata, aunque no tenía ninguna especialidad ni una profesión. A pesar de ser dirigente, me pagaban mis trabajos.
– ¿Hay que cuidar la salud, el dinero, ahorrar?
– Sí, lo principal es ahorrar, porque cuando gané nunca pensé que me iba a pasar esto. Yo ganaba plata, salía a jaranear, me gastaba 100, 200, 300 ‘lucas’ (sic) en una noche y no estaba ni ahí, porque sabía que una semana de trabajo la recuperaba. Imagínese gastar esas cantidad hace 30 años atrás, era mucho dinero.
– ¿Lo harías ahora?
– No, ahora, por ejemplo, si me gano mil pesos prefiero comérmelos… comer bien y estar tranquilo en la casa nomás. Yo vivo solo en el sector de El Asiento.
– ¿Algo más que quisieras decir?
– Agradecerle a usted de darme esta oportunidad de contar mi historia.
Al concluir, nos comenta que sus hijos tienen 14, 17 y 26 años. El mayor se llama Fabián, el del medio Diego y el más chico Ignacio Alejandro. También, menciona a su expareja Janet Araya, con quien viven sus hijos y con quien mantiene una buena relación a día de hoy.
Un ACV, o accidente cerebrovascular, es una emergencia médica que ocurre cuando el flujo de sangre a una parte del cerebro se interrumpe o se rompe un vaso sanguíneo en el cerebro. Esta interrupción, impide que el cerebro reciba oxígeno y nutrientes, lo que puede causar la muerte de las células cerebrales en cuestión de minutos.
En Chile, ocurren 130 casos de ACV por cada 100 mil habitantes y es la principal causa de discapacidad, razón por la que desde el 2013 se encuentra incorporado en el programa GES.
